El retorno de Monsieur de Talleyrand




Todavía no terminan de restañarse las heridas ni de contarse las bajas que dejó la contienda electoral en la mejor provincia, cuando ya comenzaron los preparativos para los nuevos comicios que se atisban en el horizonte. Usando una metáfora deportiva podríamos decir que las elecciones de Neuquén y Rio Negro supusieron la inauguración de la temporada de la liga que inevitablemente se cerrará el tercer domingo de octubre o, si es necesario un desempate. el 19 de noviembre cuando se proclame a las nuevas autoridades nacionales.

La única diferencia entre las ligas deportivas y los comicios es que mientras en las primeras, desde el inicio, están claramente definidos los rivales con los cuales se disputará a lo largo de la temporada el campeonato, en las contiendas electorales en Argentina, los rivales pueden variar de una elección a otra en cuestión de días o semanas. Es posible que mi rival de hoy sea mi aliado mañana y viceversa lo cual, dado los niveles de canibalismo que exhibe la política argentina hace que, en ocasiones, resulte particularmente difícil construir alianzas que perduren en el tiempo y que tengan algún principio ordenador (ideológico, o moral) que las fundamenten. Hoy ya nadie disimula que con tal de ganar se renuncia hasta al nombre si es necesario  

Uno de los lugares en que esta situación puede observarse es nuestra aldea de montaña, donde los comicios arrojaron una pírrica victoria, pero victoria al fin, del actual intendente. Finalizado el escrutinio se pudo comprobar que su desastrosa gestión no le impidió la reelección, aunque fuera con un porcentaje escandalosamente bajo de votos, gracias la división de los partidos de la oposición y la inagotable habilidad corruptiva del partido del mapita, al que esta vez no le alcanzó, sin embargo, para conservar el gobierno provincial.

Esta división de la oposición fue posible como ya dijimos por la capacidad divisiva del partido del mapita pero sobre todo por la mezquina actitud de los partidos nacionales involucrados, que mostraron la imagen más cabal de ese decorado de federalismo que exhibe nuestro país en el cual las elecciones provinciales son solo jornadas de clasificación para la verdadera competencia que son las elecciones bonaerenses (la madre de todas las batallas la llaman algunos) y el premio mayor: los comicios presidenciales. Así, el escenario político electoral de Neuquén mostró una situación cuanto menos curiosa y que solo puede explicarse desde esa mezquindad: una alianza política pudo apropiarse en la provincia de una marca nacional excluyendo a uno de sus socios fundadores que, sin embargo, todavía sigue formando parte de esa alianza para las elecciones presidenciales. 

Esto dio como resultado situaciones de esquizofrenia que se vieron reflejadas en los comentarios y replicas que aparecieron en las redes sociales y en los medios de comunicación una vez conocida la histórica derrota a nivel provincial del partido del mapita. Así, algunas de las felicitaciones al ganador, atribuyéndose algún tipo de mérito por la victoria llegaron de quienes, paradójicamente, apoyaron a sus adversarios electorales.  Pero en este escenario de alianzas inestables donde aplica aquello de "estos son mis principios, si no les gustan... tengo otros", si con eso obtengo una formula ganadora, donde la lealtad política se compra a precio de saldo en el gran bazar de Estambul, donde la ley electoral se tuerce y retuerce con tal de sacar alguna mínima ventaja trayendo como consecuencia una proliferación de engendros electorales (lemas y sublemas, listas colectoras, listas espejos...) quienes felicitaron al ganador puede que ni siquiera tuvieran del todo claro quiénes eran sus adversarios y quiénes sus aliados... o tal vez si.

Charles Maurice de Talleyrand fue sin dudas uno de los personajes más fascinantes del período de la Revolución Francesa. Nació y fue parte del Antiguo Régimen (llego a Obispo de Autun durante el reinado de Luis XVI) lo que no le impidió apoyar la Revolución Francesa (participó en la redacción de la Constitución de 1791) y posteriormente entablar amistad con Napoleón Bonaparte de quien se convirtió en su mano derecha para posteriormente traicionarlo, apoyar la restauración borbónica y culminar como representante francés en el Congreso de Viena. Una biografía reciente lo definió como "el hombre que dirigió dos revoluciones, engaño a veinte reyes y fundo Europa".

De él se cuenta una anécdota en plena Revolución Francesa que resulta muy pertinente para describir este escenario político local que acabamos de describir. Se dice que una noche de intensos tiroteos en las calles de París, M. de Talleyrand compartía apaciblemente una cena con un grupo de personas. Al finalizar los incidentes, y volver la calma se produce el siguiente diálogo que lo tiene como protagonista: 

- "Ganamos", afirma Talleyrand
- "¿Quiénes ganaron?", pregunta uno de sus interlocutores
- "Mañana lo sabremos" señala.

Este arribismo político del que hizo gala Talleyrand en el diálogo precedente es el que exhibe hoy una parte importante de nuestra clase política. La victoria en Neuquén del candidato opositor hizo que muchos salieran a decir que ganaron aunque tuvieran que esperar hasta el día siguiente. Pero no debe hacernos olvidar que al mismo tiempo también hubo otras derrotas de las cuales estos artífices de la victoria no parecen hacerse cargo, aunque claramente tienen una cuota de responsabilidad. 

Por eso, quienes pensamos en que solo una política con principios y valores puede realmente transformar esta realidad que nos asfixia no creemos que "la traición seas una cuestión de fechas" como afirmaba nuestro obispo revolucionario, que de esto sabia bastante. Nuestros enemigos de ayer, aquellos que, carentes de toda moral y todo principio traicionaron la palabra empeñada, siguen siendo los de hoy, y ninguna circunstancia, ni ninguna elección podrá cambiar eso. Y la traición, tarde o temprano se paga. Solo es cuestión de sentarse a la orilla del rio y esperar.

   

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